Cuando Victoria Fuentes se describe a sí misma, lo hace con pocas palabras, pero todas llenas de verdad: “Hispana, trabajadora, divertida”. Y aunque su tono es modesto, su historia revela a una mujer que ha construido su camino con una fuerza nacida de la necesidad, esa que solo habita en mujeres que han aprendido a resistir y florecer en medio de la tormenta.
Nacida en Estados Unidos de padre guatemalteco y madre puertorriqueña, creció rodeada del español, la cultura latina y, desde muy pequeña, la necesidad de asumir responsabilidades de adulto. Su infancia dio un giro abrupto cuando su madre dejó el hogar y su padre, al quedar solo con tres hijos pequeños, se volvió a casar rápidamente. La nueva familia sumaba seis niños en total, y ella, siendo la mayor entre las niñas, tuvo que madurar de golpe.
A los once años, ya sabía cocinar para todos, organizar a sus hermanos y encargarse de la casa mientras sus padres trabajaban en múltiples turnos. Durante los veranos, su infancia se entretejía con jornadas en los campos de cosecha, donde a los doce años ya trabajaba como si tuviera dieciocho. “Me tocaba levantarme a las cuatro de la mañana para hacer el lonche de mi papá, luego levantar a los niños e ir a la escuela”, recuerda. También vendía tamales, tacos y elotes puerta a puerta con su madrastra. Desde entonces, aprendió que el trabajo era la única forma de avanzar.
Aunque alguna vez soñó con ser abogada de inmigración, la vida la fue empujando hacia caminos más inmediatos. A los 17 años, tras un conflicto con su padre, fue expulsada de su casa. Pero incluso en esa crisis, encontró apoyo en la familia de una amiga y logró graduarse de la secundaria con honores, mientras trabajaba en dos empleos de tiempo completo.
Estudió por las noches, trabajó por el día, y se enfrentó a trámites imposibles sin el apoyo de su familia. Sin embargo, se las arregló para sacar adelante sus estudios y conseguir su primer título universitario. Fue entonces cuando, por una coincidencia inesperada, encontró su vocación en el servicio público. Un policía, al verla interpretar en medio de un accidente, le sugirió que considerara unirse a la academia. Ella aceptó el reto, pagó su formación y se convirtió en oficial. Ingresó a la academia de policía con el pelo rojo, las uñas largas y tacones. «El director me dijo: ‘Esto no es para ti’. Y le contesté: ‘Yo puedo cambiar, eso no me afecta’», recuerda entre risas. Pero la vida aún tenía planes distintos para ella.
Un vendedor en una agencia de autos notó su carisma y habilidades, y le propuso probar suerte en ventas. Lo que comenzó como una solución temporal mientras esperaba un puesto como policía, se transformó en una nueva pasión. “Vendí nueve carros el primer mes, y el siguiente, veintiuno. El tercero, veintiocho”, cuenta. Pronto, no solo era la única mujer entre 30 vendedores, sino también una de las mejores.
Ella no se detuvo ahí. Fue ascendida a gerente financiera, luego a líder de ventas por internet, y finalmente, a General Sales Manager, que es su verdadera pasión, supervisando a más de 60 personas y miles de transacciones mensuales. Una mujer que empezó vendiendo tamales de niña, hoy lidera una de las agencias más grandes de la cadena, en el concesionario de Toyota en Wesley Chapel.
Con todo su éxito a cuestas, mantiene los pies en la tierra: “Me encanta estar con los vendedores, ayudarlos, entrenarlos, porque yo empecé desde abajo. Yo sé lo que es no tener nada”. Su enfoque siempre ha sido el de empujar a otros hacia adelante, sin temor a que alguien la supere: “Si alguien me viene a quitar mi puesto, qué bien. Porque se lo ganó”.
Ella es de esas mujeres que transmiten algo especial desde el primer instante. Hay una energía serena pero poderosa que revela que ha vivido, luchado y florecido. Ha sido un motor invisible de inspiración para muchas mujeres hispanas que aún no saben que pueden.Una historia que nos recuerda que no hace falta tener un camino claro desde el inicio para llegar lejos; a veces, basta con no rendirse y aceptar los retos y oportunidades que te va brindando la vida. Su recorrido no es perfecto, como ella misma lo dice, pero sí es profundamente real, construido sin atajos ni excusas, como tantas Victorias que nacen del esfuerzo y la constancia.
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