Una cubana, una dulcería y mil razones para seguir adelante

Hay historias que se cocinan a fuego lento, con ingredientes sencillos como el esfuerzo, la esperanza y la constancia. Así fue con Dayana, una cubana de Cienfuegos que, tras una infancia marcada por el cariño y la alegría en pleno período especial, decidió apostar por un sueño: comenzar una nueva vida en Estados Unidos.

“Crecí rodeada de familia, con mis dos abuelas, mis padres y mis primos todos en la misma cuadra. Mi niñez fue especial porque, a pesar de las carencias, siempre hubo amor y sonrisas”, recuerda con nostalgia. Su camino comenzó en las aulas de la Universidad de Ciencias Informáticas en La Habana, donde se graduó como ingeniera. Pero su vida daría un giro cuando decidió emprender su nuevo gran reto  en Norteamérica, una decisión que la llevó a dejarlo todo atrás con tal de abrirse paso hacia un nuevo comienzo.

El inicio no fue fácil. “Como muchos cubanos, salí por Ecuador buscando una vida mejor. Fue una decisión difícil, pero necesaria”. Al llegar, trabajó en lo que pudo, incluyendo una dulcería en California. No era su pasión, pero fue una oportunidad. Más tarde, se trasladó a Tampa donde comenzaría el capítulo más dulce de su vida.

En Tampa, el destino la llevó otra vez a una pequeña dulcería hispana. Lo que comenzó como un empleo part-time, se convirtió en su proyecto de vida. “Empecé desde abajo, pero siempre con la mentalidad de aprender todo. Cuando los dueños decidieron vender, confiaron en mí y me la ofrecieron”, cuenta con orgullo. Junto a su esposo, sin experiencia previa en repostería ni administración, decidieron asumir el reto. “Los dulces los hace mi esposo, aquí mismo. Lo aprendimos todo sobre la marcha. Ha sido un proceso de aprendizaje diario”.

Hoy, Coqui Bakery es un lugar que mezcla sabores de Cuba, Puerto Rico, Colombia y Venezuela, pensado para que cualquiera que cruce su puerta se sienta como en casa. Aunque el nombre puede generar confusión y algunos aún no conocen el negocio, ellos han creado un espacio acogedor, familiar y vibrante. “Queremos que este lugar sea asequible, donde la gente venga no solo a comprar, sino a compartir, desayunar en familia, sentirse bien”.

Tiene bien definido hacia dónde quiere llevar su emprendimiento: ampliar el local o abrir nuevos puntos de venta, ofrecer más opciones como almuerzos y comidas, y seguir creciendo sin perder la esencia de cercanía. Pero si algo tiene claro , es que todo se construye con compromiso y perseverancia. “Mi consejo es que no vean obstáculos. Yo trabajé aquí como empleada, pero siempre lo hice como si fuera mío. Trataba bien a los clientes, aprendía todo y dejaba una huella bonita. Y la vida me recompensó”.

Ella representa a miles de inmigrantes que, aunque llegan a Estados Unidos con más ilusiones que certezas, logran echar raíces gracias a su constancia. Su historia es también un recordatorio de que no hay trabajo pequeño si se hace con amor y dedicación. En cada pastel, en cada cliente que sonríe al probar un dulce hecho con cariño, se hornea una parte de ese sueño.

Porque al final, como dice ella, “todo es posible si se hace con el corazón”.