Analia Huber, constancia y luz en cada nuevo comienzo

Por Henry Aguilera, Tampa FL, [email protected]

Para esta hondureña, cada etapa de la vida ha sido una oportunidad para crecer, aprender y compartir con los demás. Desde su infancia en Tegucigalpa, cuando ayudaba a cuidar el supermercado familiar, hasta su reciente incursión como emprendedora en Florida, su recorrido ha estado marcado por decisiones concretas, trabajo constante y una forma generosa de entender sus vínculos con los demás.

Se describe como una mujer tranquila, estudiosa y siempre dispuesta a servir. “Estamos en este mundo para ayudar a los demás”, comenta con serenidad. Desde muy joven supo abrirse a nuevas experiencias. Una de ellas fue aceptar una invitación para pasar el verano en Estados Unidos, decisión que marcaría el rumbo de su vida. Lo que parecía un viaje vacacional común, fue quizás uno de los más importantes: allí conoció al que sería su esposo. Regresó a Honduras, culminó sus estudios y, poco después, se casó y comenzó una nueva vida en el extranjero.

Gracias a su dominio del inglés, fortalecido desde la infancia por la decisión de sus padres de matricularla en una escuela bilingüe en Honduras, su transición fue más fluida que la de muchos compatriotas. Se insertó rápidamente en el ámbito laboral y construyó una carrera sólida en la banca, trabajando más de dos décadas en Wells Fargo (anteriormente North West Bank). Su rol la conectaba con bancos corresponsales de toda América Latina, y allí, con eficiencia y empatía, supo tender puentes entre culturas, necesidades y expectativas.

Con el paso del tiempo, la vida le presentó un nuevo capítulo. Tras enviudar, y con una nueva libertad para decidir su rumbo, decidió que era momento de empezar algo propio. Así descubrió la sublimación: camisetas, gorras, uniformes deportivos, accesorios personalizados… productos que, más allá de lo material, transmiten identidad y creatividad. Poco a poco, y con la disciplina que la caracteriza, fue dando forma a su nuevo proyecto.

“Tal vez lo que marcó la diferencia es que ya conocía bien el inglés”, reflexiona. Y aunque reconoce que emprender puede ser estresante, también lo describe como un camino que mantiene la mente y el cuerpo activos.

El impulso emprendedor, además de estar en su ADN, proviene de una familia dedicada al trabajo independiente, y se refiere a ella con orgullo como una verdadera “dinastía”: hermanos, sobrinos, todos han seguido ese camino. Desde pequeña, sus padres le enseñaron a tener visión, trabajar duro y sobre todo ser justa y honrada. Hoy, junto a su hija, colabora en diferentes ferias y eventos, compartiendo tareas y acompañándose. En uno de esos proyectos, su hija lidera una iniciativa de venta de cocos, mientras ella aporta desde su experiencia, sin perder de vista que su emprendimiento es también su espacio personal de realización.

“Mucha gente dice: ahora me toca descansar. Pero yo pensé: ahora me toca comenzar”, comparte con una sonrisa serena. Y en ese comenzar se revela su mayor enseñanza. Porque para ella, emprender no es solo un negocio, es una forma de mantenerse viva, activa, aportando a su comunidad y a su familia. Es un acto de voluntad, un testimonio de esperanza y de la posibilidad real de reinventarse.

Su historia es una luz para muchas mujeres hispanas que, desde distintas realidades, buscan caminos de crecimiento y autonomía. Mujeres que, como Analia, no esperan a que el tiempo decida por ellas, sino que deciden caminar con él.

Analia es una mujer sencilla, directa, que inspira sin proponérselo. Tiene esa forma de hablar claro y sin vueltas, y una sonrisa que aparece fácil, como si llevara la vida con ligereza, aunque no haya sido sencilla. No necesita demostrar nada, porque su manera de vivir ya dice mucho. Es madre, trabajadora, compañera, alguien que no se detuvo cuando le tocó volver a empezar. Sigue construyendo su camino paso a paso, con los pies en la tierra y sin hacer alboroto, como quien ha vivido lo suficiente para saber que todo se gana con trabajo y constancia.