Por Henry Aguilera, Tampa FL, [email protected]
A veces, lo que cambia una vida no es un gran evento, sino una cadena de decisiones hechas en silencio. Así ha sido para Rey, un cubano que ha aprendido a moverse con determinación entre lo conocido y lo incierto.
Creció en un hogar donde el lazo familiar era fuerte. Aunque desde joven pudo independizarse y manejar su propio dinero, eligió seguir viviendo con sus padres. No era dependencia, era vínculo. Por eso, cuando llegó el momento de separarse para buscar una nueva vida, el paso no fue fácil. “Siempre estuve con ellos. Irme fue duro”, recuerda sin rodeos.
En Cuba estudió contabilidad y finanzas, mientras trabajaba como casi todos: resolviendo. Su primer empleo fue en una empresa cárnica, pero luego comenzó a viajar a Panamá para comprar mercancías. En uno de esos viajes tomó una decisión crucial: no regresar. Empezó entonces su travesía hacia Estados Unidos, que incluyó cruzar varios países, pasar por centros de detención y vivir lo que muchos viven, pero pocos se atreven a contar.
Ya en suelo estadounidense, comenzó en la construcción. Participó en remodelaciones y proyectos en la bahía de Tampa hasta que un accidente le fracturó el tobillo y lo dejó fuera del trabajo durante meses. Pero no se quedó inmóvil. Aprovechó el tiempo para estudiar, se sacó la licencia de refacer, se metió de lleno en el mundo de la inversión inmobiliaria, y compró su primera propiedad.
Ese primer paso lo conectó con una realtor que vio en él algo más. “Tú puedes hacer esto”, le dijo. Él le hacía llegar clientes para invertir o remodelar, hasta que ella lo invitó a obtener su propia licencia. Y lo hizo. En menos de un año, este profesional ya había vendido seis propiedades, con más de dos millones de dólares en ventas y dos reconocimientos como Top Producer de su compañía.
Lo que lo ha diferenciado en este camino no es una técnica de venta, sino su forma directa de tratar con las personas. “No me gusta dar vueltas. Si alguien no puede comprar ahora, se lo explico. No se trata de prometer por vender, sino de orientar para que puedan llegar a comprar de verdad”.
Para él, ser realtor es estar preparado más allá del manual: conocer las zonas, entender las tasas de interés, saber identificar si una casa está sobrevalorada o si el seguro puede duplicar el costo de una hipoteca. “Aquí uno no es solo vendedor. También eres consejero, tasador, casi inspector. Tienes que saber un poco de todo para responderle bien a la gente”.
A quienes se inician en este camino, les aconseja estudiar y no desesperarse. “El primer cierre puede tardar, pero si te formas bien y no pierdes el enfoque, el trabajo habla por ti”. Quien ha recorrido este camino sabe que este oficio es exigente, pero también lo ve como una forma de acompañar a otros en una de las decisiones más importantes de su vida.
Desde su salida de Cuba hasta convertirse en profesional en bienes raíces, su historia habla de coraje sin alardes, de avanzar sin perderse a uno mismo. No hay finales perfectos, pero sí comienzos que cambian todo. Lo que ha construido hasta hoy no es solo una carrera: es la prueba de que, incluso cuando todo se pone cuesta arriba, aún se puede levantar algo firme y digno con las propias manos.