Por Henry Aguilera, Tampa FL, [email protected]
Hablar con Orlando es adentrarse en un testimonio vivo de compromiso, arte y memoria. Su nombre artístico, Silvera, no solo honra a su padre Orlando Bautista Silvera, sino que también resguarda la memoria de una historia atravesada por la creatividad, la adversidad política y una fe profunda en el poder del arte como vehículo de expresión y resistencia.
Orígenes y formación
Nacido en La Habana un 3 de noviembre, escorpión “de los buenos”, como bromea su esposa con quien comparte más de 43 años de vida, recuerda una infancia modesta en el barrio de Lawton. Desde pequeño, mostraba un talento natural para el dibujo y la pintura. Sin embargo, no fue hasta que un vecino, a quien describe como un “promotor cultural del barrio”, lo llevó a presentar pruebas en la prestigiosa academia de San Alejandro, donde su camino artístico tomó forma.
El impacto de la política y el exilio
En 1978, por méritos académicos, fue becado para estudiar en la antigua Unión Soviética. Pero al llegar, la utopía socialista que le prometieron no coincidía con la realidad. Cuando su padre emigró durante el éxodo del Mariel, y él intentó verlo en un aeropuerto europeo, fue acusado de querer contactar con “la escoria”, término con el que el Régimen Cubano deshumanizaba a quienes abandonaban el país. Por esa razón, sus estudios fueron revocados y regresó a Cuba marcado políticamente y “escachado”.
Reinventarse y resistir
Aun así, Orlando no se rindió. Se reinventó como diseñador gráfico en un centro de la industria alimentaria, luego en la revista Tablas, y más tarde enfrentó la era digital con valentía. En cada etapa, el arte fue su refugio. “Si Kiev fue una gran escuela para mí como pintor, este trabajo me enseñó el diseño gráfico con tijera y soleta”, dice con humor y orgullo.
Exposición y nueva oportunidad
Su obra, siempre honesta, ha sido una herramienta de denuncia y reflexión. La exposición Mea Culpa, con payasos tristes y símbolos patrios, lo enfrentó una vez más a la censura, pero también coincidió con el nacimiento de una nueva oportunidad: el proyecto «4 artistas, La Habana en Zacapu».
Esta iniciativa, ideada por él y llevada a cabo junto a tres amigos, consistió en una exposición colectiva y la creación de un mural en la Plaza Morelos, en el centro de Zacapu, Michoacán. Gracias a este trabajo, logró viajar a México, donde obtuvo una visa de 10 años. Luego, su hija y esposa también fueron admitidas, permitiéndoles, finalmente, buscar una vida en libertad.
Vida en Estados Unidos
Desde su llegada a Estados Unidos, ha participado en exposiciones en Miami, ha colaborado con la Coalición Hispana de Artistas y con Tampa Regional Artist. Sigue creando a pesar de las limitaciones. “Ahora no tengo condiciones para pintar, pero siempre me las ingenio para seguir dibujando”, afirma.